sábado, 7 de mayo de 2011

Teoría de la tragedia: la fábula

2. La fábula

            Es la imitación de una acción, la composición, estructuración u ordenación de los hechos, la elaboración artística de determinado tipo de acontecimientos. Sin fábula no hay tragedia. Es, por tanto, la parte esencial, de ella depende que tenga lugar la catarsis y a ella se supeditan las otras partes según el régimen orgánico de unidad, coherencia y  necesidad.
            Aristóteles utiliza el término mythos tanto para referirse a lo que llamamos fábula, es decir, a la composición y disposición de los hechos, como para designar el material mítico. la autoridad del mito, arraigado con el tiempo, asegura la verosimilitud y credibilidad de los hechos pese al carácter extraordinario que puedan tener.  Esto hace suponer que el factor mítico pueda ser uno de los caracteres esenciales de la tragedia (1). Aristóteles admite la posibilidad de que la fábula verse sobre hechos reales (2) o inventados por el poeta (3), que no pertenezcan al acervo tradicional, siempre y cuando satisfagan las exigencias del género trágico siendo necesarios y verosímiles.
  • En 1, 2 y 3, el autor debe componer la fábula para hacer única la historia contada, así como verosímil, coherente y necesaria.
  • En 1, el poeta tiene garantizada la verosimilitud por ser hechos conocidos, pero no puede alterar los hechos porque rompería con lo que el lector ya sabe.
  • En 2 y 3, no hay nada garantizado y el poeta debe conseguir que los hechos satisfagan las exigencias de la tragedia: presentar situaciones de sufrimiento, acciones nobles llevadas acabo por personajes superiores a la media humana, y que todo resulte verosímil, coherente y necesario en el contexto.
            Si en 1 la credibilidad depende del mito, en 2 y 3 depende exclusivamente de la composición de la fábula que realice el poeta. Aristóteles piensa que el valor de generalidad de la poesía trágica no es inherente al mito, sino que se lo otorga el poeta. La tipicidad es creada, es el resultado que arroja la actividad mimética del poeta.

2. 1. Las partes de la fábula.
            La peripecia:
            Es el cambio de acción en sentido contrario al que se espera que, según Aristóteles, ha de producirse de un modo forzoso y verosímil.  No se trata de un simple cambio en la acción (metabolé, algo presente en todo tipo de relato), sino que es casi exclusiva de la tragedia por su carácter paradójico en la intención: se trata de una acción que, emprendida en un determinado, alcanza un resultado opuesto. La mejor peripecia es la que lleva al héroe de la felicidad a al desgracia por haber incurrido en un grave error de carácter nocivo (hamartía) compatible con el carácter noble del personaje, lo que llevará a un sentimiento de compasión por parte del espectador.
            La hamartía no debe ser entendida en sentido moral, sino en relación a la hybris o exceso de confianza en uno mismo, con el trágico desconocimiento y desafío de los límites humanos con el posterior reconocimiento de los mismos. El autor debe configurar una historia que resulte nueva y diferente y se convierta en modelo general de la condición humana (se haga universal, lo que resulta de la elaboración creativa del autor –mimesis-). Se trata, por tanto , de un error de conocimiento que no empaña el carácter noble del héroe.
            La peripecia debe producirse de un modo forzoso y verosímil, y es precisamente la hamartía la que justifica esa inversión radical de la fortuna que constituye la peripecia. Si no, no hay catarsis. La peripecia no debería presentarse nunca como un mero producto de la fatalidad ni por medio de un encadenamiento culpa-castigo, porque si no la inversión sería arbitraria y el espectador no se sentiría identificado (todo se debe a una cadena causal).
            Aristóteles considera que no se trata de un mero paso de dicha a desdicha, sino que se trata de que el héroe busque la dicha y en su intento de lograrla, encuentre la desdicha.  Esa desgracia final debe estar motivada, por tanto, por un sentido que reside en la hamartía y la hybris.

            La anagnórisis:
            Aristóteles la trata en el capítulo 11 de la Poética. Consiste en el reconocimiento o paso de la ignorancia al conocimiento y ha de darse de un modo forzoso y verosímil. La forma más perfecta, es la que va acompañada de peripecia, como en Edipo rey: en la medida que Edipo se autorreconoce y es reconocido como asesino involuntario de su padre, Layo, y esposo involuntario de su madre, Yocasta, se produce la peripecia.
            De peor a mejor, estas son las maneras en que puede darse el reconocimiento:
            - Por medio de señales corporales, congénitas o adquiridas, o bien a través de objetos añadidos al cuerpo (como cuando Ulises muestra su cicatriz deliberadamente a los pastores para ser reconocido en la Odisea).
            - Por artificio del poeta (palabras que el poeta pone en boca de sus personajes, por ejemplo, como sucede con Orestes e Ifigenia).
            - A través de emociones visibles que suscita el recuerdo.
            - Por medio de un silogismo.
            - Por un paralogismo o falsa ilación de los espectadores.
            - O el sexto y mejor tipo, el que se produce de forma verosímil y necesaria a través de la evolución de los acontecimientos, como sucede en Edipo rey: peripecia, anagnórisis y pathos dependen del proceso de comprensión que constituye el desarrollo de la fábula.
            Lo esencial de la tragedia está en el reconocimiento mismo de la hamartía y de la peripecia que de ello se deriva. Aristóteles distingue dos tipos de fábulas: las simples (que constan de metabolé y pathos)  y las complejas, cuyas variantes son:
            - metabolé + peripecia + pathos
            - metabolé + anagnórisis + pathos
            - metabolé + peripecia + anagnórisis + pathos (esta es la MEJOR –Edipo rey-)

            El pathos:
            Es la última e imprescindible parte de la fábula. Es la parte esencial ya que, según Aristóteles, la peripecia y la agnición sólo se dan en las fábulas complejas y sin ellas puede haber tragedia, pero no sin el pathos, característica indispensable de la fábula simple pues. El pathos debe entenderse como sufrimiento psíquico o moral producido más por la inminencia de un mal que por el mal mismo.
            Cuando culmina con un hecho sangriento, es preferible que éste se produzca fuera de escena. Preferiblemente, además, el pathos debe tener lugar entre amigos o consanguíneos: la familia es, para Aristóteles, el ámbito trágico por antonomasia.
            De peor a mejor, las posibilidades que distingue Aristóteles son:
            - estar a punto de consumar el crimen con pleno conocimiento del vínculo de sangre y no hacerlo es la peor de todas, pues siendo repulsiva no llega a ser trágica.
            - consumar el crimen con conocimiento del vínculo de sangre.
            - que el reconocimiento del vínculo sea posterior al lance (como en Edipo rey).
            - que, estando a punto de consumarse el lance, el reconocimiento del parentesco impida que se lleve a término: no tiene nada de repulsiva y resulta plenamente trágica.

2. 2. Características de la fábula.
            La fábula debe imitar una acción única, completa y entera, de cierta magnitud, y sus partes han de estar enlazadas entre sí causalmente, de tal modo que la supresión o alteración de una de ellas repercuta inmediatamente en todo el conjunto.
            Una acción es completa (teleia) si es llevada a su término o fin, establecido por el propio poeta, que desarrollará sólo aquellos hechos necesarios y verosímiles para alcanzar tal fin.
            La fábula es entera cuando tiene principio (lo que no es precedido por nada necesariamente), medio (aquello que se sigue de algo y viene seguido de algo) y fin (aquello que sigue a algo y de lo que no se sigue nada).
            El que la fábula deba ser una acción única, entera y completa son tres requisitos ligados por una exigencia mutua, ya que la unidad supone la integración en uno de lo múltiple y la totalidad (completa y entera) diferencia y establece la unidad.
            Debe poseer como atributo cierta extensión (megethos), requerida para que de forma verosímil y necesaria tenga lugar la metabolé en el caso de las fábulas simples (pues sin ella no hay relato). En las fábulas complejas, será la extensión requerida para que dé tiempo a establecer el nexo entre el error trágico y sus consecuencias. La extensión será tal que el comienzo y el fin puedan ser contemplados simultáneamente (es decir, que el receptor no se pierda).

2. 3. Los caracteres.
            La segunda de las partes cualitativas de la tragedia es el carácter, que debe presentarse subordinado a la fábula. Aparece detallado en el capítulo 15 de la Poética.          
            Aristóteles define el carácter como aquello que manifiesta la decisión, es decir, qué cosas, en las situaciones en que no está claro, uno prefiere evitar. Los caracteres trágicos deben cumplir con cuatro requisitos:
            - ser buenos: el carácter será bueno si la decisión es buena y viceversa; este concepto debe ser entendido en el sentido moral, indispensable para que el espectador pueda llegar a la catarsis. No produce compasión ni temor que un personaje malo pase de dicha a desdicha, sino que más bien complace. Únicamente el sufrimiento de un hombre bueno puede provocar en el espectador esa moción compasiva del ánimo que es condición de la catarsis. El eje trágico se sitúa entre la bondad de la intención y la hamartía: la tragedia consiste en errar sin pretenderlo, es más, errar apasionada y orgullosamente por creer que se está obrando bien.
            - ser adecuados: en el caso del mythos, deben adaptarse a la imagen ya consagrada de ellos. En el caso de que la fábula fuese invención del poeta, los caracteres deben adaptarse al régimen de expectativas previsto por la opinión común o doxa (por ejemplo, nada de mujeres varoniles o temibles).
            - ser semejantes: mantener una fidelidad a los tipos consagrados por la tradición; adquiere sentido en relación a las condiciones de la catarsis: el temor por un semejante que está en correlación con la compasión por un inocente. Semejante creemos, por tanto, a la naturaleza humana. El espectador debe ser capaz de sentir empatía hacia el héroe y verse en la misma situación para poder compadecerlo.
            - ser coherentes o consecuentes: que se manifiesten de acuerdo a los rasgos que los definen (Ifigenia, por ejemplo, pasa de temerosa y suplicante a heroína trágica y eso es poco creíble).

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