jueves, 5 de mayo de 2011

Inicio de la Teoría Literaria: La mímesis

 Lo que viene a continuación es la presentación de la asignatura base en torno a la cual se estructura la comprensión de la literatura. Se trata de una introducción y resumen del primer semestre de Historia de la Teoría Literaria.

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Antes de comenzar con la literatura en sí, hay que comprender la teoría que se esconde detrás y remontarnos a un punto pasado, muy pasado, tan pasado como de griego antiguo. Son los griegos los que dan punto de partida a la literatura que nosotros conocemos como tal y, por eso, ellos tienen el privilegio de establecer las pautas que los autores seguirán o modificarán durante el resto de la Historia. Por supuesto, los escritores han hecho de todo sobre sus directrices: las han seguido, ignorado, cambiado, mutilado, malinterpretado y reescrito, pero esto no hace más que confirmar lo dicho: toda la literatura gira, por tanto, en torno a las pautas griegas.
Lo principal de todo lo que viene a continuación es la comprensión de uno de los dos términos imprescindibles: la mímesis.

El concepto de  mimesis  en la Antigüedad Clásica.

                El origen del proceso creador fue la Primera Teoría de la Inspiración, en la que se lo vinculaba con instancias ajenas al poeta y que aparecía al comienzo de las obras como una invocación a las Musas, al principio en la épica y, más adelante y de una forma más frívola y trivializada, en las obras líricas. Píndaro fue el poeta lírico que mostró, después de un largo período de tiempo, una actitud más profunda hacia la invocación a las Musas que incluía al comienzo de cada una de sus obras declarándose intérprete o portavoz de las Musas.
            Se creía que las Musas inspiraban al poeta, transmitiéndole un conocimiento más allá de sus posibilidades que después él pondría en palabras y transmitiría al resto de los mortales. En cierto modo, se consideraba a los aedos mensajeros de los dioses.
Antes de ser condenados por la razón filosófica, los episodios épicos fueron pilares de la educación griega, función que procedía sin duda de la unión inseparable de la poesía y el mythos, ya que en la tradición épica de Homero y Hesíodo estaba concebida como un medio al servicio de la areté.
La idea de mimesis  (que no el término) surge como tal por primera vez en la Escuela Pitagórica. Los pitagóricos formaban una comunidad que constituyó una escuela filosófico-científica basada sobre todo en la creencia del conocimiento como medio de salvación del alma. Asimismo, sostenían que el mundo estaba construido sobre relaciones matemáticas y el Número era el fundamento de la ciencia, lo que regía el cosmos.  El Número representaba la esencia de las cosas y consideraban la matemática, la astronomía y la música los principales saberes ya que todos se sometían a la Ley del Número.
Bien, ellos aplicaban el concepto de mimesis al campo de la música (el arte más matematizable), considerándola un medio de expresión de experiencias internas. Según Demócrito, mimesis significaba tomar ejemplo de las obras de la naturaleza; para los pitagóricos, mimesis significaba imitación de las cosas externas en la poesía, en la pintura y la escultura; en la música seguía significando la expresión de experiencias y caracteres internos.
En torno a la música, la Escuela Pitagórica creó también la Teoría de la Catarsis, por la que defendían su función psicagógica (podía conducir las almas) en la que más adelante también insistió Platón.
Más adelante, por causas históricas, sociales y culturales aparecieron los sofistas, que tuvieron importantes repercusiones en las teorías literarias. Fueron los primeros intérpretes metódicos e incorporaron a la educación el lenguaje, la obra y el proceso de creación literarios. Los sofistas dieron importancia a la literatura  como medio de educación y reconocieron su función cognitiva y pragmática.
Sócrates fue el primero en introducir el término mimesis como imitación en un sentido estético. Fue él quien distinguió por primera vez las bellas artes (pintura o escultura) de las artes de producción de objetos que la naturaleza no produce. Las bellas artes no producen objetos, sino que tratan de imitarlos. El carácter imitativo de las bellas artes es lo que las distingue de otras técnicas productivas no representacionales. La mimesis artística se compone de selección (el punto de vista depende del emisor y del efecto que quiere causar) y composición (idealista por convención de un canon) en las que ya opera la creatividad. La mimesis artística es capaz de reproducir emociones y debe elegir las que cuadren mejor al cuidado del alma como origen de la vida intelectual y moral.
Platón desarrolló en primer lugar la teoría del furor poético, en la que concede al estado de demencia divina la génesis de la poesía, que se vio obligado a matizar más adelante hasta acabar decretando la expulsión de los poetas del estado ideal de la República.
La teoría del furor será matizada según la oposición poesía inspirada (poesía por anamnesis –o reminiscencia de las Formas presentes en el Mundo de las Ideas-, es decir, la buena poesía)/poesía técnica (la mala poesía, el arte como apariencia). Siguiendo la línea de su Teoría de las Ideas, Platón hizo que se crease una división dentro del propio concepto de mimesis: por un lado, la mimesis-representación entendida como una comunicación trascendental, y por otro la mimesis degradada o ficticia en la que el actuante ya no es encarnación sino imitación del objeto original.
La mimesis socrática se entiende ahora como apariencia de una apariencia (idea), el arte ----> la mimesis artística. Basándose en esta nueva definición, distinguió tres modalidades de dicción: la simple (en la que sólo habla el poeta), la mímesis pura (en que sólo hablan los personajes) y la mixta (en la que hablan tanto el poeta como los personajes).
Podemos concluir entonces que Platón distingue un arte mimético (que aleja de la idea) y uno anamnésico (que la recuerda). Éste es, por su parte, aquél que no reproduciendo la realidad sensible recuerda sin embargo la belleza inteligible y es el único recomendable en una comunidad perfecta.
Aristóteles trató la mimesis como idea central en su Poética (obra incompleta) y la estableció  como criterio básico para diferenciar entre artes y otras actividades artesanales no representacionales. Entre las artes miméticas o imitativas se cuenta la poesía (arte que imita por medio de la palabra). Aristóteles sostiene que la mímesis no es una imitación o copia exacta de la realidad, sino que trata lo posible y verosímil en un sentido contextual:
  • Contexto generado por el texto: crea un mundo en el que unas cosas tienen cabida y otras no.
  • Contexto generado por unas expectativas que regulan las convenciones genéricas: existe un saber doxático según el que distinguimos entre fantasía, terror…
  • Contexto al que remite el horizonte pragmático: en el que está implicada la maquinaria de la cultura.
Se define pues la mimesis como un proceso de elaboración de los hechos reales más la invención del poeta (que debe resultar verosímil –claramente posible en determinado contexto-). El poeta puede partir y mimetizar hechos reales mientras los ajuste a lo que podría ser de un modo verosímil  y necesario (se convierte lo real en un paradigma que podría ocurrirle a cualquiera).
La obra exige entonces:
  • VEROSIMILITUD: que sea posible y creíble.
  • COHERENCIA: implica que los hechos estén encadenados. El lector lo demanda.
  • NECESIDAD: (unidad o pertinencia) nada debe sobrar o faltar, sino que todo lo que está debe ser pertinente o convertirse en a lo largo de la obra.
La obra es un todo cuyas partes mantienen relación entre sí, lo que implica que tenga principio, medio y fin (por lo que la estructura SIEMPRE  es cerrada).

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